Beneficios de los ejercicios para las personas con cáncer
Uno
de los conceptos más difíciles al convencer a los pacientes de cáncer,
es que el ejercicio puede ayudarles a superar la sensación de fatiga. La
mayoría de los pacientes rápidamente estarán en desacuerdo porque están
demasiado cansados para realizar siquiera actividades diarias normales.
El ejercicio ha demostrado, en muchos estudios previos, que juega un
papel más preventivo en el desarrollo de ciertos tipos de cáncer
(10,13,23,27). Este concepto es ya conocido, ¿pero qué pasa con los
beneficios del ejercicio para los pacientes que ya padecen de cáncer?.
Numerosos estudios (9,12,15,16,21,26,37) han
sugerido que el ejercicio, desde intensidades suaves a moderadas, tiene
muchos beneficios para personas con cáncer. Algunos de estos beneficios
incluyen: incrementos en la función cardiovascular, pulmonar y muscular
( a raíz de un incremento en el consumo de oxigeno), volumen de
eyección cardiaca, volumen minuto cardiaco, vascularización muscular,
circulación linfática, ritmo metabólico, tono muscular, fuerza,
coordinación y balance (28). Durante el tratamiento contra el cáncer, la
quimioterapia, radiación o cirugía puede causar efectos duraderos
(secundarios) a varios tejidos biológicos. Los beneficios del ejercicio
para los sistemas cardiovascular, pulmonar, musculoesquelético y
endocrino son discutidos brevemente a continuación.
Durante el ejercicio, el corazón bombea
volúmenes de sangre incrementados para suplir oxigeno y nutrientes y
remover dióxido de carbono y desechos metabólicos; el sistema
respiratorio maneja una carga de trabajo incrementada, intercambiando
oxigeno y dióxido de carbono entre la sangre y la atmósfera. El sistema
nervioso y varias hormonas también tienen importantes roles: integrar la
respuesta del cuerpo al ejercicio y regular los cambios metabólicos que
ocurren en el músculo y otros tejidos (19). El ejercicio parece
influenciar las defensas huéspedes contra infecciones virales y
cancerígenas. El ejercicio también provoca una liberación de varias
citokinas involucradas en la resistencia contra tumores, lo cual también
puede influenciar la actividad de las células citotóxicas.
Más aún, el stress influye en la resistencia
al crecimiento de tumores y algunas hormonas de stress liberadas durante
el ejercicio, como las corticoesteroides o catecolaminas, pueden
modular la habilidad de las células inmunes para exterminar a las
células tumorales (18). Por lo tanto, puede ser postulado que el
ejercicio puede influenciar las defensas huéspedes contra el crecimiento
tumoral, vía directa o indirecta, modulando la actividad de las células
citotóxicas. La mayoría de los estudios en este área se han centrado en
las células asesinas naturales (NK - Natural Killers), con
relativamente menos atención prestada a los efectos del ejercicio en los
linfocitos T citotóxicos y monocitos citotóxicos (18).
La declinación en la capacidad funcional
experimentada por 1/3 o más de los pacientes con cáncer, sin importar la
etapa en la que se encuentre la enfermedad, puede ser atribuido a
condiciones hipocinéticas desarrolladas por prolongada inactividad
física. Esta condición hipocinética puede causar la reducción de la
eficiencia de los sistemas energéticos (vías metabólicas) lo cual puede
disminuir la asimilación de sustratos energéticos por el cuerpo que son
esenciales para la realización de tareas diarias. La condición
hipocinética también puede tener algunos efectos en los niveles
hormonales, lo cual puede llevar a un mayor desbalance homeostático.
Estas modificaciones que pueden ocurrir debido a la inactividad física
pueden llevar a un malfuncionamiento de varios sistemas en el organismo,
lo cual puede ser también correlacionado con los altos niveles de
fatiga experimentada por el paciente.
El ejercicio ha sido sugerido por muchos
investigadores (9,12,15,16,21,26,27) como una solución rehabilitativa
para la perdida energética en pacientes con cáncer. Definido como la
contracción y relajación rítmica de grandes grupos musculares sobre un
periodo de tiempo prolongado, el ejercicio aeróbico ha demostrado ser
capaz de mejorar las capacidades físicas en pacientes con cáncer (13).
En un estudio conducido por Dimeo y col. (13), el resultado más
significativo fue que los pacientes experimentaron una clara reducción
de fatiga y pudieron sobrellevar actividades normales de la vida diaria
sin limitaciones.
La mayoría de los pacientes con cáncer no son
tan activos durante y después del tratamiento como lo fueron antes del
tratamiento o incluso antes de la diagnosis. Una reducción de las
actividades físicas causa atrofia muscular, cambios en las propiedades
musculares y reducciones en la densidad ósea. La atrofia muscular y una
reducida densidad ósea pueden llevar a un nivel reducido de fuerza
musculoesquelética y rendimiento y contribuye a un incremento en el
riesgo de fractura ósea y lesiones musculoesqueléticas (2). La atrofia
musculoesquelética y los cambios en las propiedades musculares
contribuyen a una declinación en la eficiencia cardiovascular. Una
declinación de la eficiencia cardiaca se refleja en una frecuencia
cardiaca y presión sanguínea incrementada en reposo y durante ejercicios
de tipo submáximo. Una reducción en la eficiencia cardiovascular
combinada con elevaciones en los niveles de colesterol y disminución de
los niveles de HDL, debido a la inactividad física, contribuye a un
perfil de riesgo cardiovascular incrementado (1).
Una declinación en la función pulmonar,
debido a la inactividad física, puede incluir una respuesta ventilatoria
pesada, flujo de aire y función muscular disminuida y empeoramiento en
el intercambio de gases, producto de desajustes en la
ventilación/perfusión y a una declinación en la difusión que predispone a
las personas a enfermedades respiratorias como la neumonía (2).
Algunas consideraciones (preocupaciones)
clínicas iniciales acerca del ejercicio para pacientes con cáncer
incluyen: a) el incremento en la probabilidad de una fractura ósea
patológica producto de una integridad ósea comprometida, c) posible
empeoramiento de cardiotoxicidad por quimioterapia y/o radiación, d)
dolor severo, nauseas y fatiga que puede ser intensificada por el
ejercicio físico y e) la inhabilidad y/o pereza de los pacientes con
cáncer para tolerar el ejercicio dada su condición física y emocional
deteriorada (11). A pesar de todas estas consideraciones
(preocupaciones), existe un cuerpo de evidencia creciente que muestra
como el ejercicio puede beneficiar a pacientes con cáncer.
(9,12,15,16,21,26,27).
¿Puede el ejercicio ayudar a revertir los efectos del tratamiento contra el cáncer?
Los beneficios cardiovasculares del ejercicio
para pacientes con cáncer han mostrado ser evidentes en pacientes que
no han tenido signos de empeoramiento de la función cardiaca antes del
tratamiento contra el cáncer (14) En este estudio, ningún paciente del
grupo en entrenamiento desarrollo signos clínicos de cardiotoxicidad
durante los 2 meses luego de la quimioterapia. Para mujeres con cáncer
mamario, un programa de fitness que incluya ejercicio aeróbico
disminuirá el riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular y
osteoporosis (20). Debido a que el tratamiento contra el cáncer mamario
usualmente termina con una disminución de las fuentes naturales o
exógenas de estrógeno, estas mujeres enfrentan un gran riesgo de
desarrollar enfermedad cardiovascular y osteoporosis.
El tratamiento contra el cáncer ha demostrado
en algunos casos ser dañino para el sistema cardiovascular. El corazón
en un paciente cardiaco se vuelve menos eficiente en bombear sangre a
los tejidos y órganos, por tanto se compromete la habilidad de realizar
tareas de la vida diaria y se alcanzan grandes niveles de fatiga. El
ejercicio físico puede promover un entrenamiento cardiovascular
nuevamente, a través de actividades aeróbicas, permitiéndole al corazón
volverse más eficiente en la tarea de suministrar sangre al cuerpo y
disminuir los niveles de fatiga experimentados por el paciente.
Los beneficios pulmonares del ejercicio, en
lo que respecta al daño provocado por el tratamiento contra el cáncer,
se relaciona con un incremento del volumen pulmonar, disminución del
trabajo al respirar y una habilidad incrementada para el intercambio
gaseoso. El rendimiento atlético puede ser medido por medido de muchas
variables fisiológicas observadas en los entrenamientos. Sin embargo, la
mayoría de las funciones pulmonares medidas no se aplican para la
predicción del rendimiento. No existe una relación substancial aparente
entre el rendimiento atlético y la capacidad vital, capacidad pulmonar
total o volumen espiratorio forzado (17). La más útil adaptación es
probablemente un incremento en la resistencia de los músculos
respiratorios. Cuando los músculos respiratorios se vuelven entrenados
debido al ejercicio, el paciente experimentará un alivio de la
respiración pesada debido al hecho de que el gasto de energía por estos
músculos disminuirá. También, un ritmo de intercambio respiratorio mas
eficiente podrá proporcionar una distribución más efectiva de oxigeno a
los sistemas en el cuerpo.
Dado el hecho que los alvéolos de los
pacientes con cáncer están disminuidos en número y comprometidos por un
estrechamiento de las septas alveolares, los efectos del ejercicio en el
sistema pulmonar de los pacientes con cáncer no son conocidos. Una
hipótesis es que los alvéolos se regeneran debido a un supuesto
incremento en el suministro de sangre a este órgano, sin embargo el
estrechamiento de las septas no parece ser reversible
Los efectos laterales del tratamiento contra
el cáncer en el sistema musculoesquelético han demostrado mejorías
fisiológicas gracias a la intervención mediante el ejercicio físico. La
pérdida de masa corporal magra que se reporta durante los tratamientos
contra el cáncer no está bien explicada aún. Esta reducción de masa
muscular puede ser a causa de una reducción por cirugía, depleciones del
tratamiento e inactividad durante la recuperación. Esta pérdida de
musculatura puede ser responsable del incremento en la necesidad de
producir grandes cantidades de energía para producir suficiente fuerza
contráctil, requerida durante rendimientos energéticos o cuando se
requiere sentarse y pararse (13,21,25). El ejercicio puede estimular
varios beneficios para el sistema musculoesquelético. Tales beneficios
incluyen el desarrollo de nuevas células saludables que remplazaran a
las células saludables que murieron durante el tratamiento contra el
cáncer. Este proceso ha demostrado entregar a pacientes las ganancias en
fuerza necesarias para realizar actividades diarias, más motivación y
energía y un incremento general en la calidad de vida.
El sistema endocrino parece ser un sistema
biológico que sufre severas consecuencias en lo que respecta al
tratamiento contra el cáncer (principalmente radiación). Estas
alteraciones pueden llevar al paciente a experimentar futuras
complicaciones en sistemas aparte del que ya esta comprometido por la
enfermedad. Por ejemplo, la disminución en la producción de la hormona
tiroxina y triiodothyronine tiene efectos biológicos en el consumo de
oxigeno, el sistema nervioso central y periférico, músculo cardiaco y
esquelético, metabolismo de los carbohidratos y del colesterol y en el
crecimiento y desarrollo (30). También, alteraciones en el metabolismo
pueden potencialmente llevar a futuras complicaciones cardiacas. Las
complicaciones cardiacas pueden ocurrir debido a un incremento en la
cantidad de colesterol debido a una disminución del metabolismo de los
carbohidratos
Las intervenciones a través del ejercicio
pueden tener un importante rol en volver a la normalidad (niveles
previos al cáncer) los niveles hormonales. El ejercicio puede estimular
la liberación de hormonas que pudieron haber sido suprimidas, como
también ayudar a incrementar la eficiencia de las vías metabólicas que
fueron comprometidas por el cáncer. Todas estas alteraciones que pueden
ocurrir con la intervención del ejercicio pueden potencialmente ayudar a
los pacientes con cáncer a mejorar su capacidad funcional. Un
mejoramiento del metabolismo, balance de fluidos, transporte de oxigeno y
funcionamiento del sistema nervioso central y periférico podrá crear
una homeostasis general. Esta homeostasis posiblemente podrá dar al
paciente un estado de bienestar general.
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